Nací un 15 de junio y ese día cumplía 16 años. Aun para los que no crean en la astrología es evidente que mi fecha de nacimiento ha condicionado mi personalidad: la primavera termina y ya están aquí los calores del verano. Las vacaciones estivales están a las puertas. Pronto comienzan las actividades de fin de curso, de carácter lúdico, pero ese día aún se está de exámenes. Así salí yo: estudiosa y seria, pero también fantasiosa y aventurera. Ahora pienso que los dioses escogieron bien mi fecha de naciemiento para que desarrollara las cualidades que necesitaba a fin de servirles en aquéllo para lo que me habían creado, aunque yo entonces nada supiera de ello. Los dieciséis era la edad en la que empezaban a dejar entrar a las discotecas, así que, aparte de celebrarlo con una merienda familiar de sánwiches, patatitas y cocacola, además de la tarta y las velitas, iría con mis amigas algo mayores a la discoteca. Estrené un mono precioso ¡me maquillé! Por primera vez me puse zapatos con algo de tacón y un bolso pequeño que tenía del año pasado y que no iba a juego. y salí de casa. Y fue salir ¡y ver a un chico que bajaba del cielo con una moto en dirección a mí! Se paró y me dirigió una sonrisa de seductor desenfadado, de una gran inocencia, por otra parte, porque sus 16 años no daban para mucho más. Tenía el pelo, la piel y los ojos del mismo color que yo. Se le veía atlético, aunque enseñaba poco músculo y su cara era como un dibujo de serie americana de la época, bien guapo. En confianza, no sé lo que debieron de pensar las amigas que me acompañaban pues las olvidé por completo. No por ningún hechizo, sino porque dejaron de importarme lo más mínimo, por mal que suene. Supe instintivamente que aquel muchacho sobrenatural estaba allí por mí, y él me lo confirmó: -¿Nos vamos? -habló la aparición con voz divina. ¡Ay qué edad más bonita...! Sin miedo, sin dudas respecto a la realidad de la magia... Hoy día me habría limitado a morirme del susto. A nadie le hubiera parecido mal que me subiera a la moto de un desconocido en estas circunstancias. Además, había bajado del cielo. Si hubiese salido de debajo de la tierra... Por cierto, la moto era una Kawasaki amarilla y blanca. No llevaba cascos. Volamos entre nubes, yo bien agarrada a él. El paisaje era tan monótono que no noté señal alguna de movimiento -Saludos, Doncella -fue lo siguiente que dijo -Yo soy tu hermano. Mi nombre es Efebo y así será hasta que me haya ganado otro. El tuyo es Doncella y también tendrás que ganarte otro -¿Ganarse un nombre? El me habló en un tono más paciente que antes: -Ni tú ni yo somos humanos corrientes, somos avatares, encarnaciones de un dios. Ellos crearon nuestras almas y las hicieron nacer en la Tierra para vivir a través de ellas, como hacen cada cierto tiempo, cuando el mundo cambia. Ahora iremos a Mundo Auténtico, hogar de los que han sido avatares de los dioses de la Humanidad.Allí encontrarás a tu verdadera familia, la formada por ellos -¿Y tú cómo sabes todo eso? -Llevo un año en ese mundo. He recorrido los reinos que aparecieron antes que el nuestro en compañía de otros efebos para comprender mi naturaleza. Los humanos tenemos la razón como herramienta principal para sobrevivir, pero al usarla para alejar el dolor y la muerte cada vez nos vamos apartando más de la Naturaleza, de modo que el resto de las características de la especie se van volviendo inútiles." (Mientras el joven hablaba yo me agarraba a él como una lapa. No creo que fuese por miedo a caer, pues no parecíamos movernos, sino por lo desbordante de toda aquélla situación) Al cabo de un rato no pude evitar pensar en lo serio y solemne que hablaba, pero tras cavilar un poco, sin dejar de escuchar, concluí que sería la forma de hablar de los dioses y que yo también tendría que acostumbrarme a ella. El continuaba: -Los dioses nacen de la Naturaleza y desean vivir en ella. Lo hacen a través de los humanos concretos, y con los cambios de forma de vida hay veces que los dioses no pueden hacerse presentes en nuestro mundo y no pueden actuar, lo que les entristece mucho, porque es como morir. Por eso crearon un mundo paralelo a este material, que también es material, pero pensado para que siempre puedan vivir los dioses, para que los eternos mitos se cuenten siempre. Y ése es el Mundo Auténtico. El cual, me temo, tú tendrás mucho menos tiempo que yo para explorar. -Y esos otros efebos ¿Tenían nombre? -porque a mí el tema no se me había olvidado El me miró con aprobación por fin, debi de parecerle tonta al principio. -¡Pues claro! ¿Cómo si no podríamos distinguirnos unos de otros? En cuanto nuestro mundo esté construido también nosotros tendremos uno, pero antes no. Y no podemos usar el nombre que nos dan en el mundo normal, porque sería ofender a los dioses. Recuérdalo, Doncella.
_________________ Consagrada a los sueños
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