Hay frascos de diversos materiales: algunos son más frágiles, otros más duros. Varía el grosor de sus paredes y su resistencia a los golpes, lo mismo que varía el grado de transparencia del material. Algunos son totalmente cristalinos, otros totalmente opacos. En algunos se aprecian las cosas que han ido decantando y cayendo al fondo, mientras que en otros el contenido es homogéneo y uniforme. Seco o líquido, más ligero o más espeso, el contenido del frasco tanto puede estar a la vista como no. Hay frascos nuevos, frascos viejos, frascos que se han roto y les han vuelto a pegar los trozos. Algunos tienen tapones nuevos, otros usan tapones que fueron de otros frascos antes.
Como frascos de diferentes tamaños en la estantería del boticario, sus contenidos tienen sentido por sí solos, pero también en combinación con el contenido de otros frascos. Pero sólo cada frasco sabe cuánto queda en su interior y cuánto está dispuesto a dejar salir.
Me gusta tu metáfora, Patricia
A veces nos quedamos sólo con el frasco, que nos puede atraer o repeler sin tener en cuenta en contenido. Y aunque el frasco aporta información, lo realmente importante está dentro. Nunca hay dos frascos iguales, aunque los haga el mismo fabricante. Nunca hay dos contenidos iguales, aunque se llenen en el mismo lugar. Y ahí está la gracia. Soy de las que piensan que un mundo uniforme no da opciones a la reflexión, a la discusión, al encuentro, a la elección y a los descartes.