Los seres humanos efectivamente somos una forma de vida única. Al día de hoy no quedan en el mundo nada que se nos asemeje en nuestras capacidad cognitivas, y hasta el momento, no hemos conocidos a nadie que viniendo de otro mundo, tenga algún equivalente de estas.
En ese sentido, somos únicos y por lo tanto, somos especiales.
Pero decir en una sola palabra en que consiste nuestra particularidad es un problema que ha intrigado y superado a generaciones enteras de filósofos e investigadores. Será el alma? o la mente? o el espíritu? Una y otra vez, sin importar el nombre que le demos a nuestra particularidad, hemos encontrado que al definir y concretar ese concepto, aparecen otros ejemplos en la naturaleza dotados de dicha cualidad.
"Animal" por ejemplo, viene de "ente dotado de anima, espíritu o movimiento", Aristoteles les llamó de ese modo ya que los animales son capaces de moverse -animarse- por si mismos, a diferencia de las plantas y minerales, que no pueden.
Es decir, que en primera instancia, la idea de espíritu no es exclusiva de los seres humanos. Por lo que quizás, "todos los perros vayan al cielo", al menos tienen el chance.
De la misma forma, se puede desmontar la exclusividad de cada uno de los restantes conceptos, siempre que no nos topemos con alguien que pretenda definir a uno de estos, como "eso que es exclusivo de nosotros"
Si le damos propiedades concretas a la idea de mente, veremos que no es exclusiva de nosotros. De hecho ni siquiera podemos verificar que sea una cosa de grados, pues no tenemos herramientas para valorar mentes muy diferentes a la nuestra, como la de los delfines o ballenas, pues no nos podemos comunicar con estos para saber cuan desarrollada es su visión de la vida.
En todo caso, nos creemos especiales -y por obvias razones por lo demás- así que quizás esto significa que somos especiales simplemente porque somos nosotros.
Así como una madre ve especial a sus hijos, sin importar cuan comunes sean, de la misma manera nos vemos especiales a nosotros mismos, un poco por autoestima y otro poco, por incapacidad para ver al resto de la creación como entidades dotadas del mismo tipo de derechos que nosotros mismos.