A muchos les puede parecer muy frío pero las matemáticas casi siempre dan una solución muy certera.
Un catedrático de filosofía, - todavía no había cátedra de sociología y ésta existía sólo como especialidad -, de la universidad de Pensilvania llevó a cabo una curiosa estadística para hacer su tesis doctoral antes de la guerra de secesión norteamericana: la esperanza de vida en los diferentes estados; en primer lugar se dio cuenta de que, sin considerar a los esclavos negros, era mayor en los estados del norte que en los del sur, pero había estados muy al norte que, sin embargo, presentaban las mismas cifras que los estados del sur; probó con la alimentación pero era tan diversa dentro de un mismo estado que eso no podía suponer un factor decisivo para tales diferencias; finalmente, fijo su atención en lo que sociológicamente estaba dando lugar a una divergencia de unos con otros estados: la esclavitud. Y, en efecto, ahí estaba el factor que explicaba la diferencia tan pronunciada entre los estados más al norte, antiesclavistas, y los que estaban más al sur, en su generalidad, esclavistas.
Resultó que la opresión a los esclavos derivaba, a pesar de los escasísimos medios con que podían contar, a intentos, más o menos violentos, más o menos letales, de subversión de los esclavos. Había, en términos generales, estadísticos, esto es, matemáticos, una sensible mayor violencia en el sur e influía directamente en el dato de la esperanza de vida: los esclavistas vivían, de media, matemática, - 7 años y pico -, menos.
No importa que sea “bueno” o “malo” ser esclavista, o cualquier cosa, hay que saber, con la mayor precisión posible, si un determinado comportamiento respecto de los demás, le conviene a mi vida, a mi existencia, en definitiva a lo que en primer y último término me debe importar.
El conflicto personal o social (las guerras o las opresiones que antes o después originan una subversión) es lo que más pone en peligro mi supervivencia, ergo deseo y procuro la paz. Pero no por la Paz’ (con mayúscula) por la paz, sino porque es lo que más me conviene a mí.
Lo mismo se puede aplicar, en factores de mayor o menor influencia para asegurar ese fin último, a todas las normas morales.
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