Sí, “Aylos”, sería fenomenal poder dosificar nuestra ira paulatinamente como dices.
Pero para hacerlo le tendríamos que pedir permiso a nuestro centro automático de inhibición. El centro de la inhibición está bastante bien localizado en el frente del lóbulo temporal de los hemisferios del cerebro. Nos permite inhibirnos frente a pequeñas agresiones que se den en nuestro entorno que no tienen relevancia y no ponen en riesgo nuestra integridad. Cuestión de economía orgánica. Estaríamos todo el día, si no, con la dopamina o la adrenalina por las nubes. Con el coche (auto, carro) a 200, con lo que consume el buga’ a 200, …por explicarme más llanamente.
Se tenga lo desarrollado que se tenga dicho centro, va a funcionar igual en todo momento, en todas las ocasiones. Lo que sucede es que las situaciones si no se resuelven en estadíos menos graves, se complican por sí mismas y llega un instante en que toda la inhibición que oponga nuestro cerebro no es suficiente para contrarrestar la agresión oral, física, social que acontece y, superando el límite que nos retiene, reaccionamos en la misma medida como haya crecido la complicación de la situación.
Es una parte del cerebro que queda fuera de nuestro control en estados normales de conciencia. (Sería interesante conocer si en algún estado alterado de conciencia, - con enteógenos, por ejemplo -, ese mecanismo queda bajo nuestro control.)
Estoy de acuerdo con “Neoclasic” y creo que, en la medida que nos sea posible, debemos analizar las situaciones y actuar, con la mayor racionalidad posible, previamente a que nuestro mecanismo automático de reacción lo haga, sin saber las consecuencias que tendrá. Tanto por haber reaccionado desmesuradamente, como por habernos quedado escasos con la reacción.
|