Artículo: Lesbianas zucchini

De AsexualpediA
Revisión del 09:05 8 dic 2014 de Ene (discusión | contribs.)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

Nota: Traemos este artículo puesto que parece que muestra un ejemplo de relación afectiva peculiar y zucchinis. Hemos sustituido un término que consideramos que eligieron mal por el de "zucchini". Cabe aclarar que esta relación no tiene por qué ser la secundaria de otra relación romántica. Un zucchini puede no estar abierto/a a una relación romántica y puede que la afectiva peculiar la consideren prioritaria y se sientan completo/a con ella. Este tipo de relación se puede dar independientemente de la orientación sexual o romántica de las partes. En la relación afectiva peculiar puede que no se den algunos de los elementos que se nombran a continuación (Por ejemplo, dormir juntos) o que se den algunos nuevos.


Lesbianas zucchini

5 de abril de 2013

Escrito por Rocío Carballo (Psicóloga psicoterapeuta) en la revista en línea Mírales.


No son novias, no son sólo amigas. Son algo bastante raro que se sitúa en la delgada línea que separa la amistad de una relación de pareja. Las llamamos las “lesbianas zucchini”. Normalmente es un tipo de relación que se da en ex parejas que aún viven juntas, duermen juntas, caminan juntas. También en las amigas con derecho a roce que pasan de sólo tener sexo a mezclarlo con intimidad, compañía, abrazos…

Incluso en amigas, solo amigas, que caminan de la mano, se cuentan todo, se acompañan a todos los acontecimientos familiares, y un día se encuentran con que la madre de la otra reclama: “tenemos el bautizo de tu sobrina, te traes a tu amiga, ¿no?”.

En último caso, este término también se podría aplicar a parejas que ya no tienen sexo. Que sin darse cuenta han mutado a otra cosa. ¿A amigas? No exactamente. (Nota de AVENes: a este ejemplo no lo consideraríamos una relación afectiva peculiar sino una relación romántica sin sexo o, a las malas, una amistad romántica.)

Realmente este espécimen, al que el nombre de “compañera” se le adhiere mucho mejor que los aburridos nombres de “amiga” o de “novia”, no está considerado en la RAE ni existe como concepto, y a veces lo que no se nombra parece que no existe, bien lo sabe cualquier lesbiana. Pero no podemos aniquilar más esta realidad con el silencio. La vemos a nuestro alrededor, la vivimos y a veces, también, la sufrimos.

Las lesbianas zucchini tal vez tienen amantes puntuales aparte. Duermen juntas. Se abrazan. Se cuidan. Son la primera persona a la que llaman ante cualquier acontecimiento vivido. Se ven prácticamente todos los días. Hablan mucho por teléfono. Los planes con los amigos respectivos incluyen a la otra. Están dentro de ambas familias. Su amor es platónico. Subliminal.

¿Qué es lo que hace que no sean una pareja? El concepto pareja implica un proyecto en común donde no entra otra persona. Da igual que esto se haga realidad, pues como sabemos, en muchos casos no pasa. Basta con que se dé por hecho. Con que se tenga esa expectativa.

La lesbiana zucchini no contempla tal cosa. La lesbiana zucchini se considera soltera, abierta al “amor”. Sin embargo, tiene una compañera, se dé cuenta o no. Tiene un trozo de amor romántico ocupado.

No habría ningún problema si, de pronto, un día el amor no llegara a la vida de una de las dos. La “pareja”, con la fuerza y rotundidad que le da existir lingísticamente, arrasa con ese amor compañero no verbalizado, por lo tanto, inexistente a los ojos de la Hacienda del amor. Un amor “en negro”. Y aparece el conflicto.

La zucchini que se ha quedado compuesta y sin compañera (Lesbiana A), exige dentro de si seguir quedando todos los días, durmiendo juntas, compartiendo al perro, conversando hasta la medianoche. Ser la primera en saberlo todo de la vida de la otra. ¡No la segunda! De repente experimenta un vacío tremendo. Un abandono inexplicable. Mucho peor que cuando, si antes fueron pareja, lo dejaron verbalmente. Incluso se siente con derecho a pedir cosas que supuestamente conciernen a una pareja. Y no lo hace por egoísmo, es porque tenía ese derecho no nombrado, pero existente. A la lesbiana zucchini A le toca hacer un duelo. Uno igual o mayor que el de la típica ruptura sentimental, porque tiene el plus de que nadie la entiende, su perdida no tiene un reconocimiento oficial.

La persona nueva que entra y que se empareja con una de las dos lesbianas zucchini, la lesbiana C, también se lleva su parte. No entiende por qué la emplastada “amiga” de su novia está en todas partes. Por qué en cuanto llama esta “amiga” contando “algo súper importante” la lesbiana B tiene que coger el teléfono al instante. La nueva novia empieza a fruncir el ceño. Empieza, sin darse cuenta, a querer hacer uso de ese derecho que supuestamente tienen las parejas: la “exclusividad”. Exclusividad para dormir juntas, para tener sexo, exclusividad temporal, etcétera.

La lesbiana zucchini A empieza a sentir que la lesbiana C, esa recién llegada, le está consumiendo el espacio, quitando sus derechos, su importancia y su prioridad. Y por su parte, la lesbiana C no sabe por qué siente que la lesbiana zucchini A le está tocando las narices.

Por su lado, la graciosa e inocente lesbiana zucchini B, la que acaba de echarse de novia a la lesbiana C, no se da cuenta de nada. Muta de zucchini a pareja en completa paz, gratitud y felicidad. Encantada de tener a su amiga del alma y a su nueva novia. Disfrutando de lo bien que se llevan.

¿Cómo acaban estas relaciones? Si fuera una película, la Lesbiana B invitaría a A y C a ver una película a casa y, al despistarse un poco, las encontraría tirándose de los pelos.

Realmente no podemos prever cómo se van configurando las relaciones que establecemos. Estas cosas pasan. La lesbiana B tendrá que entender y cuidar a su ex zucchini sin consentirla ni dar un solo paso atrás en la evolución de su nueva relación. La lesbiana A tendrá que asumir cómo se siente sin culpabilizar ni responsabilizar a su ex zucchini, así como valorar lo que todavía la une a ella. La C tendrá que tener paciencia, y no intentar cambiar a la fuerza la relación de B con A porque no conseguirá más que alejarse de B.

El secreto está en que sea cual sea el lugar en el que nos encontremos: A, B o C, aceptar que la realidad está en constante cambio. Y cada cambio implica una pérdida, una renuncia y también un espacio y un tiempo nuevo para nuevas oportunidades, personas y experiencias.